sábado, 18 de febrero de 2012

La monarquía que prometió D. Juan...tan diferente de la que tenemos. El Acto de Estoril de 1.957

El Acto de Estoril de Diciembre de 1.957
Durante el año 1.957, Estados Unidos creía conveniente la instauración de una Monarquía en España que resolviera los posibles problemas que pudieran presentarse ante la eventualidad de la muerte del Generalísimo Franco, indicando que la estrategia que debían seguir los monárquicos no debía ser otra que la de lograr un entendimiento con el General, por considerar que éste era la única persona que podría instaurar la Monarquía.

Este criterio, lo hicieron seguir a personas cercanas a Don Juan y especialmente a miembros de su Consejo Privado, como Pemán, Rodezno, Arellano, Yanguas, Gamazo, Valdecasas y Pérez-Embid, que consideraron que previamente era necesario conseguir la unión de las dos ramas monárquicas existentes en la persona de D. Juan, que aunque tenía la legitimidad de origen, como descendiente con más derecho a la sucesión del trono en ambas ramas, carecía de la legitimidad de ejercicio, exigida por el sector tradicionalista,dada la vinculación y lealtad de este sector al espíritu del 18 de Julio.

Después de varias reuniones mantenidas en Provincias con los representantes del tradicionalismo, el 1º de Diciembre se celebró en Madrid una Asamblea de personalidades tradicionalistas de toda España, con conocimiento y autorización del Gobierno, que veía con buenos ojos la iniciativa, con el fin de lograr "el noble final de la cuestión monárquica", por lo que requirieron a D. Juan que aceptara de manera fehaciente los pricipios tradicionalistas señalados por el último Rey Carlista D. Alfonso Carlos, totalmente necesarios para que fuera aceptado como heredero legítimo del carlismo.

Una vez convencido D. Juan, que éste era el único camino viable para ser designado por Franco heredero a título de Rey, el 20 de Diciembre de dicho año, una representación de la Comunión tradicionalista presidida por D. Luis Arellano Dihinx, se trasladó a Estoril y fué recibida por D. Juan en Villa Giralda.

En uno de sus salones, Luis Arellano, ex-diputado tradicionalista por Navarra, voluntario del Requeté en Somosierra y Presidente que fué de las Juventudes Tradicionalistas de España, leyó el Acta de la reunión de Madrid y formuló el requerimiento de aceptación por parte de D. Juan y en presencia de su esposa Doña María y su hija la infanta Doña Pilar, los cinco principios fundamentales de la Doctrina Tradicionalista:

1º.- La Religión Católica, Apostólica y Romana como la unidad y consecuencias jurídicas con que fué servida y amada tradicionalmente en nueswtros Reinos.

2º.- La Constitución natural y orgánica de los estados y cuerpos de la Sociedad tradicional.

3º.- El reconocimiento de los derechos históricos de las distintas Regiones que con sus Fueros y Libertades integran la unidad sagrada e indivisible de España.

4º.- La auténtica Monarquía tradicional legítima de origen y de ejercicio.

5º.- Los principios y espíritu del Dercho Público Cristiano.

Y a más de ellos, los Postulados Sociales que proclamaron los grandes pensadores tradicionalistas, siguiendo las enseñanzas de la Iglesia Católica y que inspiraron al Movimiento Nacional.

Don Juan, contestó aceptando solemnemente en dicho acto los expresados principios, leyendo a continuación el documento que contenía su aceptación y compromiso, que entregó al final firmado y rubricado en los tres folios en que está redactado, sellados con el Escudo de la Casa Real y unidos con un lazo bicolor; y después, tocado con la boina roja de los Requetés y del Carlismo, con las insignias de Capitán General bordadas en oro, recibió el homenaje de los asistentes y presidió un almuerzo que cerró con los tres gritos de ¡Viva España!, ¡Viva el Requeté!, ¡Viva la Tradición!.

Como colofón de este Acto, el 5 de Octubre de 1.958, se celebró en el Santuario de Lourdes, una reunión de varios miles de tradicionalista y monárquicos venidos de toda España, donde no solamente D. Juan, sino incluso la Condesa de Barcelona y las Infantas Doña Pilar y Doña Margarita, llevaban la boina de los Carlistas. Yo, muy joven entonces, estuve presente en este acto de Lourdes haciendo parte de la representación de la Comunión Tradicionalista-Carlista de Navarra.

Como consecuencia de estos actos, Don Juan reorganizó su Consejo privado, dando entrada en el mismo a personalidades tradicionalistas destacadas, como Gonzalo Fernández de la Mora, nombrando Presidente a D. José Maria Pemán, quien el día de la Epifanía en presencia de D. Juan y de centenares de monárquicos españoles que se habían trasladado a Estoril, prounció en un discurso memorable y entre otras las suiguientes palabras:

"Nuestro Rey, al aceptar los principios básicos de nuestra Monarquía Tradicional que le permitían unir en su persona las dos legitimidades, de origen y de ejercicio, no aceptaba una táctica o verbalismo, sino que proclamaba verdades que le rebosaban ya del corazón, cuando, al escribir en Roma una hitórica carta, llamaba "sus maestros" a Pradera, Rodezno o Maeztu....El hombre de la calle no entenderá nunca porqué, cuantos aman el enorme esfuerzo salvador del 18 de Julio, no reciben con júbilo y como cosa propia a la única doctrina que puede salvar sus esencias e incluso una gran parte de sus realidades..."

Todo esto quedó en el mayor de los olvidos. Don Juan, en su afán de coseguir la corona lo antes posible por cualquier medio, flirteó después con liberales, marxistas, etc., perdiendo de esta manera la confianza que inicialmente había puesto en él el Caudillo y traicionando a todos los tradicionalistas que en él confiaron para resolver un contencioso que costó a España muchas vidas durante las guerras carlistas y que se alzaron contra el marxismo el 18 de Julio de 1.936.
El Acto de Estoril, no sirvió para nada. Franco, al desconfiar de D. Juan, nombró años después como sucesor a título de Rey al Príncipe Juan Carlos y éste, una vez nombrado Rey, a pesar de haber jurado solemnemente ante las Cortes los Principios del Movimiento Nacional, esencia de la tradición española, poco tardó en hacer tabla rasa de todo ello incluso con la complacencia de su padre, el mismo que en Diciembre del 57, aceptó los principios del Tradicionalismo.

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